La idea de autoestima, está íntimamente relacionada con nuestro autoconcepto, es decir, la percepción que tenemos de nosotros mismos. En función de la valoración que nosotros hacemos de nuestro propio autoconcepto, podemos decir que tenemos una alta o baja autoestima. Por tanto, si hacemos una valoración positiva de nuestro autoconcepto tendremos una alta autoestima, y si por el contrario, esta valoración que hacemos de nuestro autoconcepto es negativa, manifestaremos una autoestima baja.
Pero además de esta autoevaluación de nuestro interior, acostumbramos a comparar nuestro autoconcepto con ideales que nosotros mismos establecemos (nuestros "yos" internos: el yo ideal y el yo responsable, de los cuáles hablamos en esta entrada sobre LA TEORÍA DE LA AUTODISCREPANCIA). En este sentido, nuestra autoestima, o más bien, nuestra valoración de este autoconcepto en comparación con esos estándares idealizados de cómo deberíamos ser; causa emociones negativas relacionadas con nuestra identidad social. Este tipo de comparaciones con el otro, con aquel que considero mejor o con mayor estatus; generan un malestar físico, social y psicológico, siempre que esta valoración sea negativa.
La evidencia científica del desarrollo de una buena autoestima en las primeras etapas de la vida, es decir, en nuestra infancia; no solamente es científica sino que también pertenece a la sabiduría popular. De todos es conocido que una alta autoestima es beneficiosa para el desarrollo integral de los niños y está directamente relacionada con una mejor calidad de vida. Pero además, la autoestima favorece la toma de iniciativas, el fomento de la asertividad y supone un fuerte bloque de resiliencia contra las adversidades.
Sobre los seis años de edad, los niños comienzan a formar su autoconcepto, por eso es fundamental promover hábitos que favorezcan la autoestima para que crezcan con salud emocional. Pero, ¿qué pasa cuando la autoestima es baja? ¿Qué ocurre cuando la valoración del autoconcepto es negativa? ¿Qué sucede cuando un niño carga con esta pesada losa de piedra que no lo deja avanzar?
NIÑOS CON BAJA AUTOESTIMA.
Una baja autoestima infantil se traduce con una serie de rasgos comunes que promueven un malestar personal, además de dificultades en las relaciones sociales, un bajo rendimiento escolar e incluso en la etapa de la adolescencia y en la edad adulta, una propensión al consumo de drogas y bebidas alcohólicas, y el mantenimiento de conductas violentas.
Toda esta serie de rasgos generalizables se traducen en conductas como el miedo a fallar. Los niños con baja autoestima tienen las mismas necesidades y deseos de autorrealización, así como de ser aceptados socialmente. Sin embargo, esa idea que tienen de ellos mismos, su autoconcepto, es generalmente confuso y sienten una inseguridad aplastante. Ese miedo a cometer errores supone una carga poderosa, como una gran losa de piedra que no les deja avanzar. El niño con baja autoestima nunca arriesga, va a lo seguro porque de este modo nunca se verá en la tesitura de ser juzgado por sus fallos. Prefiere soportar el peso de su proyección que cometer un simple error.
Pero esta filosofía de vida va más allá de evitar errar, pues este mismo niño tratará de evitar a toda costa todo tipo de situaciones en las cuáles pueda equivocarse. De este modo abandonará actividades que le producen placer o incluso aquellas en las que es talentoso o creativo por miedo a hacerlo mal. La autoexigencia en la crítica personal es muy elevada, por tanto, preferirá realizar siempre actividades muy sencillas y mecánicas que sepa de ante mano que puede superar con ligereza.
A esto debemos sumar que un niño con una visión negativa de sí mismo rechazará el contacto social, pues este es un modo de valoración externa que no estará acorde con sus expectativas. La baja autoestima está directamente relacionada con la restricción de relaciones, pues cuando el autoconcepto es negativo se tiende a considerar que todas las personas que rodean a uno son conscientes o conocedoras de esta representación mental. Así, las relaciones que establezca con las personas imprescindibles en su vida estarán muy polarizadas. Esto quiere decir que las vivirá en antagonismos, blanco o negro. De este modo, el niño que porta esta gran losa en la espalda, vivirá con especial angustia las cotidianas riñas o conflictos, sintiéndose muy afectado. Del mismo modo, una vivencia social que para un niño con alta autoestima es neutra, para este niño con baja autoestima será una experiencia extraordinaria. Por tanto, las emociones que representan a los niños con un autoconcepto negativo serán marcadamente fuertes, polares o extremas y variables.
No nos engañemos. Si un niño es feliz y tiene una alta autoestima, las probabilidades de éxito en su vida personal, social y laboral, serán elevadas. Sin esa pesada losa del autoconcepto negativo, los niños pueden volar.
Pero, como es lógico, un adulto que en la niñez tuvo, por los motivos que fueran (maltrato, abuso, bullying, expectativas desmesuradas por parte de sus progenitores, etc.) una baja autoestima, es una persona que ha pasado por la vida sin superarse. Alguien propenso a las amistades tóxicas, a las relaciones de pareja codependientes, a las relaciones sociales mínimas y poco afectuosas. El miedo a fallar se habrá convertido ya en algo cotidiano en su vida, algo que habrá repercutido en dejar de lado las expectativas laborales o los ascensos y promociones. Este niño con esta losa llamada autoconcepto, será una persona solitaria, encerrada en sí misma, con miedo a hablar en público, maniática,... Un adulto con una losa gigante, más grande que su persona. Alguien abducido por sus miedos, sus inseguridades, sus desconfianzas, su ansiedad.
Si de tales niños, tales adultos; el niño de baja autoestima es un adulto apisonado por su autoconcepto, pues hay cargas que son difíciles de sobrellevar toda la vida...
Toda esta serie de rasgos generalizables se traducen en conductas como el miedo a fallar. Los niños con baja autoestima tienen las mismas necesidades y deseos de autorrealización, así como de ser aceptados socialmente. Sin embargo, esa idea que tienen de ellos mismos, su autoconcepto, es generalmente confuso y sienten una inseguridad aplastante. Ese miedo a cometer errores supone una carga poderosa, como una gran losa de piedra que no les deja avanzar. El niño con baja autoestima nunca arriesga, va a lo seguro porque de este modo nunca se verá en la tesitura de ser juzgado por sus fallos. Prefiere soportar el peso de su proyección que cometer un simple error.
Pero esta filosofía de vida va más allá de evitar errar, pues este mismo niño tratará de evitar a toda costa todo tipo de situaciones en las cuáles pueda equivocarse. De este modo abandonará actividades que le producen placer o incluso aquellas en las que es talentoso o creativo por miedo a hacerlo mal. La autoexigencia en la crítica personal es muy elevada, por tanto, preferirá realizar siempre actividades muy sencillas y mecánicas que sepa de ante mano que puede superar con ligereza.
A esto debemos sumar que un niño con una visión negativa de sí mismo rechazará el contacto social, pues este es un modo de valoración externa que no estará acorde con sus expectativas. La baja autoestima está directamente relacionada con la restricción de relaciones, pues cuando el autoconcepto es negativo se tiende a considerar que todas las personas que rodean a uno son conscientes o conocedoras de esta representación mental. Así, las relaciones que establezca con las personas imprescindibles en su vida estarán muy polarizadas. Esto quiere decir que las vivirá en antagonismos, blanco o negro. De este modo, el niño que porta esta gran losa en la espalda, vivirá con especial angustia las cotidianas riñas o conflictos, sintiéndose muy afectado. Del mismo modo, una vivencia social que para un niño con alta autoestima es neutra, para este niño con baja autoestima será una experiencia extraordinaria. Por tanto, las emociones que representan a los niños con un autoconcepto negativo serán marcadamente fuertes, polares o extremas y variables.
DE TAL NIÑO, TAL ADULTO.
No nos engañemos. Si un niño es feliz y tiene una alta autoestima, las probabilidades de éxito en su vida personal, social y laboral, serán elevadas. Sin esa pesada losa del autoconcepto negativo, los niños pueden volar.
Pero, como es lógico, un adulto que en la niñez tuvo, por los motivos que fueran (maltrato, abuso, bullying, expectativas desmesuradas por parte de sus progenitores, etc.) una baja autoestima, es una persona que ha pasado por la vida sin superarse. Alguien propenso a las amistades tóxicas, a las relaciones de pareja codependientes, a las relaciones sociales mínimas y poco afectuosas. El miedo a fallar se habrá convertido ya en algo cotidiano en su vida, algo que habrá repercutido en dejar de lado las expectativas laborales o los ascensos y promociones. Este niño con esta losa llamada autoconcepto, será una persona solitaria, encerrada en sí misma, con miedo a hablar en público, maniática,... Un adulto con una losa gigante, más grande que su persona. Alguien abducido por sus miedos, sus inseguridades, sus desconfianzas, su ansiedad.
Si de tales niños, tales adultos; el niño de baja autoestima es un adulto apisonado por su autoconcepto, pues hay cargas que son difíciles de sobrellevar toda la vida...
La autoestima baja es como conducir por la vida con el freno de mano puesto.
Maxwell Maltz.
1 comments
Cuánta razón tienes!
ResponderEliminarMuy interesante el post, gracias por compartir.
Besos!